Pedro era un joven pintor.
Le gustaba pintar y enseñarle a
la gente sus obras.
Andrés era todo un referente para
él, pues era un pintor veterano.
Un día Andrés al ver una pintura
de Pedro dijo:
-Nunca serás un gran pintor si no
eres capaz de pintar bien la luna.
Esa frase acompañó a Pedro
durante muchos días y durante muchas noches…
Tantas noches pasó Pedro pintando
lunas, que llegó a conocerla mejor que nadie y llegó a pintarla como nunca lo
había hecho nadie.
Ese día, esa noche, quería decir,
pensó en correr y enseñársela a Andrés, pero luego pensó en guardar la mejor luna
del mundo en secreto.
Su pensamiento fue el
siguiente:
“Estoy completamente orgulloso de
esta luna, es la mejor con diferencia de las últimas 300 que he pintado. Estoy
tan convencido de mi éxito, que no necesito que nadie lo vea. Ahora ya soy un
gran pintor y me da igual que la gente lo sepa. Siempre pinté por placer y para
crecer.
Este cuadro será mi secreto.”
Y así fue.
Pedro guardó su pintura y dejó de
pintar tantas lunas, para volver a pintar de todo y ahora todo le salía mejor.
Pintar lunas había sido un gran entrenamiento y por fin estaba orgulloso de sus
producciones.
Entonces dejó de buscar al
público, pero el público le buscó a él y poco a poco se hizo famoso.
¿Qué cómo sé lo de la luna?
Hace un par de años me regalo
aquel cuadro, al verme fotografiar la luna noche tras noche, en busca de la
fotografía perfecta.
Él sabía que yo valoraría
correctamente la obra, pero lo mejor de todo fue que no la firmó, para que
nadie le pueda atribuir su mayor obra: la mejor luna del mundo.